Culiacán, marcha por la pazMaría Malacón14 sept2 Min. de lecturaHoy, Culiacán se vistió de blanco. Más de veinte mil personas -según cifras periodísticas y ciudadanas-caminaron por las calles para reclamar paz, memoria y justicia. No fue una marcha de rutina ni un acto simbólico vacío: fue la reiterada exigencia al gobierno,tanto estatal como federal, de que se reconozca la violencia que persiste; de que se deje de minimizar y se responda. Porque decir que “no pasa nada” o que todo está bajo control no hace desaparecer el miedo, ni la sangre derramada, ni la incertidumbre que pesa en cada hogar.La violencia no tiene horario. No respeta espacios que deberían ser intocables: hospitales, escuelas, calles que se han teñido de rojo más veces de las que queremos recordar. A la marcha acudieron quienes han perdido familias, negocios y sueños; quienes no callan el dolor y lo visibilizan.Desde la virtualidad, fue acompañada por quienes un día se armaron de valor e hicieron maletas para ir en búsqueda de paz, esa que les fue arrebatada por la violencia implacable. Y, también, por quienes permanecemos a la expectativa, elevando todas las noches una plegaria al cielo para no recibir malas nuevas. Fue esa misma mancha humana la que se entrelazaba con mantas que representan el clamor social y con afiches con rostros de personas desaparecidas, recordando que la exigencia no es sólo simbólica: es un grito vivo que reclama acción.Para quienes vivimos fuera, el alma queda en un hilo. Aunque nuestros cuerpos estén lejos, el corazón y la mente siguen allí, con la familia y con la memoria de los lugares que nos formaron. Recuerdo perfectamente cuando mi mamá, quien trabajó por más de veinticinco años en el Hospital Civil de Culiacán, me llevaba con ella al trabajo, esperándola a que terminara su turno. Ahora, al ver que esos mismos espacios son dilapidados por la violencia, duele. Porque son testigos de lo que hemos perdidoy de lo que sigue en tela de juicio.La vida es un lienzo que se va ilustrando con todos los colores, incluida la escala de grises. A veces nuestro camino se vuelve un sendero intransitado, donde las suelas se adhieren al asfalto en rectas que parecen no terminar nunca. E incluso en la oscuridad más densa, tras luchas que muchas veces no compartimos, logramos vislumbrar un halo impulsado por la fe, por la supervivencia, por quienes extienden su mano y aprietan fuerte.Justamente eso pasó hoy:la marcha estuvo colmada de memoria, resistencia y esperanza consciente.Fue decir en voz alta que la violencia no será nunca normalizada, mucho menos después de un año consecutivo en el que no ha dado tregua. Fue subrayar que el dolor no callará; que no habrá permiso para que sigan arrebatando la tranquilidad y la vida entera. Fue solidaridad y empatía.Como decía Galeano: “habrá que dejar el pesimismo para tiempos mejores. Hoy más que nunca es preciso soñar. La realidad no es un destino, es un desafío que nos invita a resistir, a rebelarnos, a imaginarnos el futuro en vez de vivirlo como una penitencia inevitable.” Y los Culichis, dentro y fuera de la ciudad, en eso estamos: resistiendo, rebelándonos e imaginándonos el futuro como realidad y no como tormenta.PAZ PARA SINALOA 🕊️🤍#Sinaloa #MarchaPorLaPaz
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